viernes, 31 de julio de 2009

El clasemedia y la ética


Muchos de los integrantes de nuestra querida clase media se enorgullecen de sus raíces gringas o tanas, o de donde quiera que hayan sido esos bulbos.
La razón es que aquellos antepasados se rompieron el lomo (y transmitieron esa manera tan honesta de autoflagelarse) para conseguir lo que consiguieron, en tiempos en que la palabra valía más que un contrato, y frases por el estilo.
Un día, ese orgulloso clasemedia descendiente de tanos, gringos o lo que fuere, vio que había cierta turbulencia en la economía y metió sus ahorros en una financiera que se dedica a prestar dinero con tasas usureras. Para decirlo de otra forma: el descendiente le dio su platita a un usurero. Más claridad: se transformó en usurero.
El olfato de nuestro honesto argentino de clase media no falló, y todo se fue al carajo al poco tiempo, en una más de tantas crisis que soportamos y soportaremos.
Y hete aquí que la platita que aportó a la financiera le significó pasar a tener una casa por obra y gracia de la imposibilidad del dueño anterior de pagar el préstamo obtenido del prestamista usurero, con dinero aportado por el honesto descendiente de inmigrantes que se deslomaban para conseguir lo que conseguían.
Es así: la plata fue a parar a la financiera por miedo a perderla, a manera de reaseguro. Nuestro clasemedia no tiene la culpa de que todo se haya ido al carajo. Tampoco de que haya sujetos que piden dinero sin estar seguros de poder devolverlo.
Entonces la ética del clasemedia permanece intacta: nada fue su culpa.
Y con mucho esfuerzo, dedicación y sudor (imitando a sus antepasados) refacciona la casa que fue del insolvente, y pasa a tener dos casas en perfectas condiciones, y su palabra sigue valiendo más que un contrato, a la antigua usanza.

El clasemedia y el miedo


Un amplio sector de la clase media tiene una peculiar característica: el miedo. O mejor dicho, miedos.
Un clasemedia posee, básicamente, miedo de perder.
Consciente como es de su posición privilegiada por sobre una cada vez más nutrida legión de personas, teme perder sus privilegios.
Ganados -justo es decirlo- de manera legítima en la mayoría de los casos.
Pero por eso mismo es difícil entender tanto temor.
Tal vez un sistema de alarma haga sentir más seguro al dueño de casa y su individualismo. Pero siempre será un sistema de alarma que requiere una inversión inicial y luego periódica que difícilmente pueda ser superada por el daño que puede provocar algún ladronzuelo de poca monta.
Después está el miedo a perder el trabajo, al cambio, al novio de la nena, y la mar en coche.
Son sospechosos los morochos, que algún día avanzarán desde los suburbios a buscar nuestras cosas.
Se mira con desconfianza al vecino de pelo largo (¡estamos en el siglo XXI!), que seguro fuma marihuana.
No hay que reclamarle nada al patrón, porque hay que cuidar el trabajo.
Y… el padre de todos los temores (que merece ser tratado aparte): el voto-cuota.
Y centenares de miles negando haber votado al nefasto Carlos Menem, porque les daba vergüenza admitir que lo hicieron porque les faltaban unos meses para terminar de pagar el home theatre.

El clasemedia y la desnutrición infantil


No se trata, de ninguna manera, de hablar de cifras, que siempre serán espantosas, porque un chico desnutrido es ya una tragedia; porque un solo chico que muere de hambre revela (a los gritos) que la humanidad está fracasando.
No.
La desnutrición infantil no existe en la Argentina. Es decir, si se aplica la lógica imperante, que indica que lo que no está en los medios no existe, podemos decir que no hay chicos desnutridos o mal alimentados.
A menos que se hable de un distrito a cuyo gobernante haya que perjudicar, preferentemente antes de unas elecciones. Entonces sí, en tal provincia o municipio hay un "índice intolerable" de desnutrición.
Un clasemedia que se precie de tal no habla de los chicos esqueléticos de vientre hinchado, a menos que la TV le muestre un informe desgarrador. Informe que hará insistente hincapié en el nombre de un político que casualmente no pertenece al sector monopólico y/o político que integra o al que adhiere el canal de TV.
El clasemedia se horrorizará de lo que está viendo, quizás efectuará una donación telefónica y, por supuesto, puteará al gobernante responsable. Después se le pasará viendo Tinelli.
Quizás en una noche invernal, mientras nuestro clasemedia mira TV, golpeará a la puerta de su casa un nene petiso semivestido y evidentemente hambreado, que le preguntará si tiene una moneda o algo para comer.
Nuestro clasemedia lo sacará carpiendo y le cerrará la puerta en la cara antes de que se escape el calor de la calefacción.
¡Habrase visto! Seguro que la madre anda de puta y el padre es borracho. Para eso debe querer las monedas el parásito.